lunes, 28 de julio de 2014

Desconchones

Por Manolo Martínez.

Desde mi cama queda demasiado lejos mi infancia, tanto, que a veces la echo mucho de menos. Entonces recurro a un viejo truco que me acerca a ella, meter el dedo en los desconchones. Localizo uno y empiezo a rozar mi índice, despacio, sin prisas, saboreando como se va agrandando aquella hendidura sólo con la presión de mi dedo. Me canso y cambio de falange, introduzco el tercero, el corazón, y ahí perforo sin piedad. Es casi orgásmico, no hay mayor placer que percibir como se dilata el agujero con solo arrimarle la punta (esto más parece las Sombras de Grey que un ejercicio nostálgico) Es enorme a estas alturas, tanto que ya puedo asomarme a él, lo hago y compruebo que está todo igual.

Lea todo el artículo en TRIBUNA LIBRE.