Ver las calles de España con las tripas fuera, justo antes de las elecciones, es burlarse del votante. ¿Por qué no se ha asfaltado, adoquinado, arreglado acerados, o renovado los desperfectos del inmobiliario urbano, hace cuatro años, o tres, o dos? ¿Por qué no se ha acometido tanta obra poco a poco?, para no molestar al ciudadano, durante meses, cuando llevan los niños al colegio, o cuando van al trabajo, o cuando vuelven a casa, si es que aún conservan el puesto de trabajo. Es ridículo, ignominioso, comprar votos sembrando las calles de España de chalecos reflectantes, para hacernos creer que vuelve a florecer el trabajo, y que, con un lifting chapucero a las ciudades de media España, los votantes “tragamos”. ¿Qué se ha hecho durante tres años? Es una falta de respeto a la inteligencia de los ciudadanos.
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